Anteriormente hablamos de cómo la crisis de COVID-19 y la cuarentena se estaban metiendo en nuestras cabezas causando un estrés masivo en muchas personas, y en algunos casos, como en el área de los profesionales de la salud quienes han sido los héroes de esta batalla, ocasionando incluso PSTD (trastorno de estrés postraumático).
En estos momentos tiene sentido dar un paso atrás y elevar nuestro nivel de conciencia sobre el estado de todo nuestro cuerpo y nuestra mente. Es por eso que hoy queremos abordar el tema de las consecuencias que el estrés de COVID-19 está trayendo a nuestra vida.
Vivir el año del Coronavirus no ha sido fácil, y es que todas las situaciones derivadas de la pandemia no solo están afectando la salud física de algunos, y a la economía, sino que ahora se está metiendo en todo nuestro sistema mental, emocional y corporal.
Estamos expuestos a una tremenda carga de estrés. Muchos han perdido sus trabajos o han sido puestos en un permiso “voluntario” indefinido. Otros lo están pasando mal trabajando desde casa, y algunos más están deseando dar un paseo, ir a la iglesia o tener una conversación normal con alguien sin tener que usar una máscara o estar a dos metros de distancia.
Nosotros, como humanos, no fuimos diseñados para eso.
El estrés tiene una función fundamental en nuestras vidas, existe para mantenernos en estado de alerta cuando nos enfrentamos a una situación peligrosa. El aumento de los niveles de estrés viene acompañado de la liberación de la hormona cortisol. Su propósito es elevar los niveles de azúcar en la sangre para que el cerebro y los músculos funcionen de la mejor manera, suprimiendo las actividades corporales no vitales que consumen energía, cuando nos encontramos en una situación que pueda poner en riesgo nuestras vidas.
Una vez que nuestro cerebro desencadena la segregación de esta hormona, puede tardar horas en disiparse, lo que quiere decir que si el estrés es constante, los niveles de cortisol no bajarán, lo que llevará a la disfunción de la producción de cortisol, que puede resultar en dolores, espasmos y enfermedades del sistema inmune.
Un peligro real
En nuestra realidad actual, el coronavirus es un peligro real, pero si esa segregación de cortisol no se detiene en algún momento, podría causar varios problemas a nuestros organismos.
La tensión causada por el cortisol liberado y las constantes malas noticias en todas partes pueden aumentar directamente el ritmo cardíaco y el flujo sanguíneo. Esto, a su vez, puede elevar los niveles de colesterol y triglicéridos en el torrente sanguíneo, que dependen a su vez del funcionamiento de la insulina y su comportamiento.
La suma de todos estos factores, en el mediano y largo plazo, podría desencadenar episodios de hipertensión y otras enfermedades cardíacas silenciosas.
Si a esto le añadimos una rutina poco saludable y malos hábitos, tales como comer una bolsa de papas fritas mientras vemos Netflix todo el día, la crisis se convertirá en el escenario perfecto para el mal funcionamiento de nuestro sistema.
La piel, que es el órgano más grande de nuestro cuerpo, también está en peligro. Nuestra piel no solo es sensible a las alteraciones externas, sino también a nuestra salud interna y rápidamente mostrará cómo está nuestro cuerpo y nuestra mente. El estrés exacerba las enfermedades primarias de la piel, como el acné y la psoriasis, y también puede despertar algunas otras infecciones crónicas como el herpes.
Otros factores que pueden afectar nuestra piel es el uso repentino y constante de guantes, máscaras, todo tipo de equipo de protección, y el exceso de exposición a productos como jabones, alcohol y desinfectantes.
Y, por último pero no menos importante, nuestros pulmones.
El estrés y la ansiedad pueden causar falta de aliento, incluso acercándonos a una enfermedad más grave, como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), lo que podría elevar el riesgo cuando hablamos de COVID-19.
Si observas bien cuando está estresado y ansioso, puedes ver que no estás respirando como normalmente lo haces, por lo que tu intercambio de oxígeno empeora.
El estrés es un factor gigantesco para los profesionales de la salud en primera línea de batalla contra el COVID-19. Son, por sí mismos, más vulnerables a infectarse, y el estrés los hace aún más propensos. Aún peor, también los expone a ser casos graves de infección.
No espere a que su cuerpo le manifieste que necesita ayuda, incluya mejores hábitos alimenticios y de ejercicio en su rutina, procure tener al menos un momento al día para usted mismo y haga algo que realmente disfrute, por mínimo que parezca, algo como darse el gusto de tomarse un café mirando por la ventana mientras llueve, podría traerle infinito bienestar a su sistema y fortalecerlo, en estos momentos que es cuando más lo necesita.